jueves, 3 de marzo de 2011

Entre el centeno

Gin a body meet a body
Comin thro' the rye,
Gin a body kiss a body,
Need a body cry?





-Deja de jurar y dime otra cosa. Dime por ejemplo qué te gustaría ser. Científico o abogado o qué.

-Científico no. Para las ciencias soy un desastre.

—Entonces abogado como papá.

-Supongo que eso no estaría mal, pero no me gusta. Me gustaría si los abogados fueran por ahí salvando de verdad vidas de tipos inocentes, pero eso nunca lo hacen. Lo que hacen es ganar un montón de pasta, jugar al golf y al bridge, comprarse coches, beber martinis secos y darse mucha importancia. Además, si de verdad te pones a defender a tíos inocentes, ¿cómo sabes que lo haces porque quieres salvarles la vida, o porque quieres que todos te consideren un abogado estupendo y te den palmaditas en la espalda y te feliciten los periodistas cuando acaba el juicio como pasa en toda esa imbecilidad de películas? ¿Cómo sabes tú mismo que no te estás mintiendo? Eso es lo malo, que nunca llegas a saberlo.

No sé si Phoebe entendía o no lo que quería decir porque es aún muy cría para eso, pero al menos me escuchaba. Da gusto que le escuchen a uno.

-Papá va a matarte. Va a matarte -me dijo.

Pero no la oí. Estaba pensando en otra cosa. En una cosa absurda.

-¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir?

-¿Qué?

-¿Te acuerdas de esa canción que dice, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo, cuando van entre el centeno...»? Me gustaría...

-Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno» -dijo Phoebe-. Y es un poema. Un poema de Robert Burns.

-Ya sé que es un poema de Robert Burns.

Tenía razón. Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno», pero entonces no lo sabía.

-Creí que era, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo» -le dije-, pero, verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Phoebe se quedó callada mucho tiempo. Luego, cuando al fin habló, sólo dijo:

-Papá va a matarte.



J. D. Salinger, "El guardián entre el centeno"

1 comentario:

Acrata dijo...

La amaba hasta doler. La necesitaba … Tanto que se ahogaba en su ausencia, tanto que solo podía respirar el aroma que encadenaba su razón. La mirada divina que apaciguaba su alma, sus mejillas granadas, el pálido cuello que se antojaba infinito, a contraluz recortado en el marco dorado donde para siempre guardaba su figura
La quería hasta morir, La deseaba y aun siendo esclavo era feliz por imaginar su favor. Su simple parpadeo calmaba todo su dolor, dolor del que ama sin condiciones, del que se entrega sin seguro, inventando palabras que hiciesen justicia a su belleza, velando las noches, implorando a los dioses que si alguna vez ella quisiera tan solo rozarlo fríamente, simplemente mirarlo, si tuviese a bien llamarlo, el negaría su vida y en una bandeja de plata su corazón le entregaría.