lunes, 14 de marzo de 2011

Corazón de tinta

He acabado mi libro de poemas.
He acabado las rimas de encargo,
las letras medidas, los pasos en falso.
Las mismas mentiras de siempre,
lo entiendes, quizás otros te las cuenten.

He acabado las noches en vela,
las mismas infancias robadas,
el mismo romper
de las olas de otros años,
corazón de tinta que duermes en mis brazos,
me llevas entre tanto por castillos de papel,
sigue dando luz a este delirio sin cabeza,
sigue derramando sangre negra en tu almohada.

He acabado las lluvias a destiempo,
gotas que despiertan de un sueño en las aceras,
así entrelazan horizontes
de mañanas sin perfume, de sábanas vacías,
y un marco de fotos sin nombre
donde salpican los versos,
empapando cicatrices de sonrisas sin respuesta,
recorriendo la frontera de unas curvas sin sabor.

Vamos regalando nuestros andares dichosos,
las flores en tu puerta, los lazos de año nuevo
para envolver la escarcha de tus dedos en invierno,
para dejar las huellas al anónimo pasar
de aquella espera,
de aquel silencio.

¿Qué has vivido, si nunca escuchaste cantar a la sirena?
¿Qué te queda, cuando las palabras se nos mueren al salir?

jueves, 3 de marzo de 2011

Entre el centeno

Gin a body meet a body
Comin thro' the rye,
Gin a body kiss a body,
Need a body cry?





-Deja de jurar y dime otra cosa. Dime por ejemplo qué te gustaría ser. Científico o abogado o qué.

-Científico no. Para las ciencias soy un desastre.

—Entonces abogado como papá.

-Supongo que eso no estaría mal, pero no me gusta. Me gustaría si los abogados fueran por ahí salvando de verdad vidas de tipos inocentes, pero eso nunca lo hacen. Lo que hacen es ganar un montón de pasta, jugar al golf y al bridge, comprarse coches, beber martinis secos y darse mucha importancia. Además, si de verdad te pones a defender a tíos inocentes, ¿cómo sabes que lo haces porque quieres salvarles la vida, o porque quieres que todos te consideren un abogado estupendo y te den palmaditas en la espalda y te feliciten los periodistas cuando acaba el juicio como pasa en toda esa imbecilidad de películas? ¿Cómo sabes tú mismo que no te estás mintiendo? Eso es lo malo, que nunca llegas a saberlo.

No sé si Phoebe entendía o no lo que quería decir porque es aún muy cría para eso, pero al menos me escuchaba. Da gusto que le escuchen a uno.

-Papá va a matarte. Va a matarte -me dijo.

Pero no la oí. Estaba pensando en otra cosa. En una cosa absurda.

-¿Sabes lo que me gustaría ser? ¿Sabes lo que me gustaría ser de verdad si pudiera elegir?

-¿Qué?

-¿Te acuerdas de esa canción que dice, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo, cuando van entre el centeno...»? Me gustaría...

-Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno» -dijo Phoebe-. Y es un poema. Un poema de Robert Burns.

-Ya sé que es un poema de Robert Burns.

Tenía razón. Es «Si un cuerpo encuentra a otro cuerpo, cuando van entre el centeno», pero entonces no lo sabía.

-Creí que era, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo» -le dije-, pero, verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

Phoebe se quedó callada mucho tiempo. Luego, cuando al fin habló, sólo dijo:

-Papá va a matarte.



J. D. Salinger, "El guardián entre el centeno"